Buscadores del Dorado: Los Visionarios

Nada separa a quien se adelanta a su tiempo del que cree en quimeras. De hecho, se llaman igual: visionarios.

Por no hacer caso al siempre mordaz dramaturgo español Enrique Jardiel Poncela –“en la vida humana sólo unos pocos sueños se cumplen; la gran mayoría de los sueños se roncan”– muchos hombres empeñaron la vida, o casi.

Los hay que se congelaron azotados por el frío polar, y también que murieron consumidos por sus obsesiones. Pero, ¿qué otra manera de descubrir los límites de lo posible hay, si no es haciendo las cosas como nadie lo ha intentado antes?

Encontrar El Dorado

De todos los que dieron su vida por encontrar El Dorado, fue quizá sir Walter Raleigh quien más empeño puso. En 1595, con cinco navíos y más de cien soldados, enfiló rumbo a Sudamérica siguiendo las orientaciones del soldado español Pedro Sarmiento. Raleigh se adentró en el Orinoco, pero no halló nada. En 1617, el pirata inglés lo intentó de nuevo, pero su ataque a Santo Tomé puso fin a la expedición. La ciudad española resistió el sitio, y en la refriega perecieron la mayoría de los ingleses. Derrotado, Raleigh regresó a su país en junio de 1618. Su asalto provocó una crisis diplomática entre Inglaterra y España, y el monarca inglés Jacobo II le hizo ajusticiar a los pocos días de su vuelta de América.

Descubrir que Troya fue real

Heinrich Schliemann estaba convencido de que Troya no era una invención de Homero, que había existido en realidad. Pese a lo arriesgado de su apuesta, el arqueólogo alemán insistió en seguir al pie de la letra las indicaciones topográficas de los versos homéricos, y llegó a la conclusión de que Troya debía estar bajo las ruinas de las fortificaciones de Hissatlik, en las inmediaciones de la boca del estrecho de los Dardanelos (actual Turquía). En 1870, Schliemann comenzó allí los trabajos y pronto encontró Troya. Los siguientes 20 años los pasó excavando lo que quedaba de la legendaria ciudad. Su trabajo mostró nueve capas de restos arqueológicos, desde finales del Neolítico a la época romana.

Pasar el estrecho de Bering

Desde principios del siglo XIX, los rusos intentaron encontrar un paso por mar que comunicase el océano Pacífico con el Atlántico. En 1819, una expedición al mando del Comandante Mijaíl Vasilyev se adentró en el estrecho de Bering en busca de una ruta que permitiese transportar mercancías desde Alaska hasta los territorios rusos en Europa del Norte. Tras tres años de búsqueda, Vasilyev no pudo encontrar el ansiado paso, aunque completó los primeros mapas de la costa septentrional norteamericana. Casi cien años más tarde, los rusos encontraron el paso del noroeste. En 1915, los rompehielos Taimir y Vaigach completaron el primer viaje entre Vladivostok, en el Pacífico, y Arjangelsk, en el mar Blanco.

Construir una ópera en la selva

A principios del siglo XX, Brian Sweeney Fitzgerald, conocido como Fitzcarraldo por los indígenas, intentó construir un monumental edificio donde se interpretara ópera en el centro de la selva amazónica peruana. Ayudado por un grupo de nativos, Fitzcarraldo transportó los materiales río arriba en un barco de vapor, pero al intentar trasladar la carga por tierra los indígenas se negaron a continuar, lo que dio al traste con la expedición. Existe, sin embargo, una ópera en el Amazonas. Se trata del Teatro Amazonas, en la ciudad brasileña de Manaos. Construido durante el bum de las exportaciones de resina, a finales del XIX, el edificio fue sufragado por los terratenientes locales y se inauguró el último día de 1896.

Cruzar la Antártida a pie

La primera expedición que lo intentó fue la liderada por Robert F. Scott en 1902, pero las durísimas condiciones terminaron con su aventura. Seis años más tarde, el irlandés Ernest Shackleton fue el siguiente en probar, y se quedó a menos de 150 kilómetros de su objetivo. El noruego Roald Amundsen, finalmente, alcanzó el Polo Sur en 1911. Pero Shackleton no se dio por vencido. En 1914 volvió, y cuando su barco, el mítico Endurance, quedó atrapado entre los hielos, el irlandés obligó a su tripulación a seguir caminando hacia el Polo Sur. Después de más de 20 meses deambulando con su tripulación por la Antártida, consiguió atravesarla. Habían recorrido 640 kilómetros.

Soldados con superpoderes

La idea inicial surgió del teniente coronel Channon, quien, en su libro First earth batallion operations manual (1979), propuso crear “supersoldados” que pudieran doblar metales con la mente, caminar sobre fuego, visualizar los pensamientos del enemigo y cosas por el estilo. Al Pentágono le impresionaron las ideas de Channon, y a mediados de los años 80 se embarcó en el Proyecto Jedi, un plan secreto para crear un cuerpo de élite capaz de atravesar paredes, volverse invisible y parar el corazón del enemigo con la mente. De todas las propuestas del manual de Channon, la única que se ha aplicado es “el uso de sonidos discordantes para confundir al enemigo”.

¿Vida inteligente en el espacio?

En 1960, Frank Drake comenzó a rastrear el cielo en busca de señales electromagnéticas no aleatorias que evidenciaran la existencia de civilizaciones extraterrestres. En las décadas siguientes, la NASA fue incrementando su presupuesto en esta área y lanzó cuatro programas basados en la detección de señales no aleatorias. Desde 1993, la NASA busca planetas parecidos a la Tierra donde se pudieran encontrar signos de vida. En la actualidad, los científicos utilizan el SOFIA, un gigantesco avión con un telescopio que rastrea planetas similares al nuestro. En 2007 lanzarán Kepler, una nave espacial que analizará las propiedades geofísicas de miles de planetas.

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