¿Demasiados juguetes? La regla de los cuatro regalos para niños en Navidad
En las fiestas conviene comprar con moderación y echar mano del sentido común y el ingenio para evitar que los regalos provoquen conflictos.
A muchas familias les preocupa que, tras las fiestas, el cuarto de sus hijos termine abarrotado de nuevos “inquilinos”, parte de los cuales acabarán olvidados y llenos de polvo en algún cajón. Para evitar que la avalancha de regalos sobrepase y aturda a los más pequeños, algunos psicólogos recomiendan limitarlos a tres o cuatro. Imma Marín, presidenta en España de la Asociación internacional por el derecho de los niños a jugar (IPA) y fundadora y presidenta de Marinva, es partidaria de dosificarlos y abrirlos pausadamente, “de manera de otorgar valor a cada cosa”. El precio de los juguetes también cuenta. “No es lo mismo que el niño reciba diez cosas grandes y caras, que diez pequeñas, una muñeca, unos zapatitos, un biberón…”, matiza.
Los regalos son motivo de alegría, pero cuando Papá Noel y los Reyes Magos no traen todo lo esperado puede haber rabietas. “Los niños están en proceso de aprendizaje y la frustración es una reacción normal. Debemos explicarles con cariño que no todo es siempre como uno quiere”, recomienda Marín. Los conflictos son parte indisociable de la Navidad, recuerda la experta, y enfrentarlos con ingenio y picardía puede resultar muy útil. “Para evitar que los niños pidan demasiado a los Reyes Magos se les puede sugerir que expliquen en sus cartas por qué les haría ilusión recibir determinados juguetes. Normalmente se cansan de escribir y piden menos”, dice divertida. Y si los Reyes son frugales, “ellos también pueden dejar cartas exponiendo sus razones para ello. Hay que responder con imaginación”.
¿Qué regalar a los niños en Navidad?
La respuesta es sencilla: “Lo que les gusta y, siempre que sea posible, lo que han pedido. Esto no significa atender cada capricho, hay que saber diferenciar”, matiza Marín. A veces dudamos acerca de qué regalar, porque de algún modo intuimos que hay juguetes “mejores” que otros. Muchos pedagogos recomiendan los llamados juguetes desestructurados, que permiten al niño jugar de maneras muy diversas (como sucede con los bloques de madera, por ejemplo). Alejandro Busto Castelli, psicólogo del centro Ceibe, se muestra más flexible al opinar que cualquier juguete es un “buen” juguete, “por la capacidad que tienen los niños de otorgarles una utilidad diferente a la del fabricante”.
Marín, por su parte, sugiere regalar aquellos objetos que permitan a los niños “abrir su mente, crear, soñar, imaginar, etc.”. También cosas que motiven a la acción y que no fomenten los roles de género. Los juguetes responden a diferentes necesidades, explica la experta, por eso los hay de muchos tipos: muñecas de trapo, cocinitas, peonzas, juegos de construcción, juegos de mesa, puzles… “No hay nada más estructurado que un puzle y, sin embargo, a los niños les encanta”, comenta.
La regla de los 4 regalos
¿Regalos que han pedido o que necesitan? ¿Que les entretengan o que también les permita desarrollarse? Querer cumplir con todas estas condiciones desemboca muchas veces en esa excesiva montaña de regalos que será desaprovechada en gran parte. Para evitarlo, muchos especialistas recomiendan la regla de los 4 regalos. Esta consiste en hacer una selección de los regalos que recibirá el niño por Navidad, cada uno de los cuales deberá cumplir con cada una de estas funciones:
- Algo que sirva para vestir, como ropa, zapatos o complementos.
- Algo que les haga leer y desarrollar su lenguaje, por ejemplo, libros, cómics, pasatiempos de palabras...
- Algo que realmente deseen. Aquí es donde podremos satisfacer los caprichos del niño sin prestar tanta atención a la utilidad del regalo, pero, ojo, ¡solo un regalo!
- Algo que realmente necesiten; una condición abierta, pero que busca la utilidad y, a ser posible, sin entrar en ninguna de las otras tres categorías.
Con esta regla que puede ser aplicada tanto por padres como demás familiares, no solo reduciremos considerablemente la cantidad de regalos, sino que nos cercioraremos de que su utilidad sea mayor.
Los adultos y los regalos: una relación compleja
Puestos a comprar, conviene analizar los motivos que nos empujan a hacerlo. Es evidente que regalamos por amor y porque nos gusta ver a nuestros hijos ilusionados, pero a veces se entremezclan razones menos conscientes. “Como consumidores desarrollamos con los regalos todo tipo de comportamientos. Proyectamos en ellos nuestras sombras”, explica Busto Castelli. Entre esas “sombras” figura la culpa: “Pasamos poco tiempo con nuestros hijos, vivimos con desaliento la difícil conciliación y a menudo compramos para compensar la ausencia”, reflexiona Marín. Hay veces en que compramos para cubrir carencias propias, por miedo a que los hijos se aburran –“algo saludable y necesario”, apunta Marín– o para que jueguen solos un ratito más y podamos dedicarnos a otros quehaceres.
También es frecuente que los padres nos valgamos de los Reyes Magos para suplir nuestra falta de recursos a la hora de incentivar el buen comportamiento de los hijos. “Los chantajes del tipo pórtate bien o si no te traerán carbón pueden parecer útiles en un primer momento, pero son inadecuados y a la larga salen caros, porque pronto los chantajeados seremos nosotros”, asegura Marín. “Debemos premiar el resultado y sobre todo el esfuerzo, pero no necesariamente con cosas externas”.
Y si el consumismo navideño nos abruma, recordemos que lo esencial no son los regalos, sino “el sentido que damos a cada uno de los acontecimientos que forman parte de las fiestas”, concluye Busto Castelli.
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